Lucas 14, 1.7-14.
"Manual de convivencia cristiana".
En el año de la fe
P. Félix Zaragoza S.
Si el domingo pasado terminaba el evangelio con una paradoja, que decía que “los últimos serán los primeros y los primeros serán últimos”, hoy vemos esto mismo en una situación práctica, proponiéndonos dos temas: la “humildad” y la “gratuidad”.
La escena que se nos describe es de una comida en día sábado en casa de un fariseo. Es una comida de una gran tensión: todos se observan unos a otros. Los fariseos estaban espiando a Jesús, pero a la vez también Jesús observaba todo lo que ocurría. ¿Qué ve Jesús? Muy sencillo, los codazos por ocupar los primeros puestos. Eso es lo que da pie a una enseñanza práctica de Jesús, que más bien parece “manual de una buena convivencia” o “normas de buena educación”.
Jesús aconseja a no buscar los primeros puestos, para evitar que tengan que resituarlos más abajo. Pone el ejemplo de un banquete de bodas. Y esto da pie a Jesús a una nueva paradoja: “todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Y esto, ya no es cosa de buena educación, sino de evangelio puro.
A nosotros nos parece natural convivir con el afán de situarse, de estar sobre los demás. Nos gusta escalar puestos en escalafones y jerarquías sociales. El querer darse importancia, el deseo de figurar por encima de los demás hace que consideremos a los otros como adversarios y competidores.
Pero, en todo esto el evangelio tiene otro protocolo: “ … no te sientes en el primer puesto… vete derecho a sentarte en el último puesto…”
Jesús propone una actitud de verdadera humildad: renunciar al deseo de estar por encima de los demás, dejar de temer que el otro me arrebate ese primer puesto. No hay razón para querer sobresalir entre los demás. Y es que la mesa del reino quedaría más representada en una mesa redonda, en la que no hay, y nadie pretende, lugares de privilegio. Mesa en la que se sientan todos alrededor en un plano de igualdad como verdaderos hermanos.
Sin esperar nada a cambio
Si el domingo pasado terminaba el evangelio con una paradoja, que decía que “los últimos serán los primeros y los primeros serán últimos”, hoy vemos esto mismo en una situación práctica, proponiéndonos dos temas: la “humildad” y la “gratuidad”.
La escena que se nos describe es de una comida en día sábado en casa de un fariseo. Es una comida de una gran tensión: todos se observan unos a otros. Los fariseos estaban espiando a Jesús, pero a la vez también Jesús observaba todo lo que ocurría. ¿Qué ve Jesús? Muy sencillo, los codazos por ocupar los primeros puestos. Eso es lo que da pie a una enseñanza práctica de Jesús, que más bien parece “manual de una buena convivencia” o “normas de buena educación”.
Jesús aconseja a no buscar los primeros puestos, para evitar que tengan que resituarlos más abajo. Pone el ejemplo de un banquete de bodas. Y esto da pie a Jesús a una nueva paradoja: “todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Y esto, ya no es cosa de buena educación, sino de evangelio puro.
A nosotros nos parece natural convivir con el afán de situarse, de estar sobre los demás. Nos gusta escalar puestos en escalafones y jerarquías sociales. El querer darse importancia, el deseo de figurar por encima de los demás hace que consideremos a los otros como adversarios y competidores.
Pero, en todo esto el evangelio tiene otro protocolo: “ … no te sientes en el primer puesto… vete derecho a sentarte en el último puesto…”
Jesús propone una actitud de verdadera humildad: renunciar al deseo de estar por encima de los demás, dejar de temer que el otro me arrebate ese primer puesto. No hay razón para querer sobresalir entre los demás. Y es que la mesa del reino quedaría más representada en una mesa redonda, en la que no hay, y nadie pretende, lugares de privilegio. Mesa en la que se sientan todos alrededor en un plano de igualdad como verdaderos hermanos.