sábado, 30 de marzo de 2013

PASCUA DE RESURRECCIÓN


ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR

P. Félix Zaragoza

Texto: Juan 20, 1-9
La Resurrección de Jesús, misterio central de nuestra fe, es el acontecimiento salvador que hoy nos llena de gozo. 

El Evangelio de hoy quiere narrar algo que no puede decirse de otra forma: habla del encuentro que tuvo la comunidad con Jesús resucitado. La comunidad está representada por María Magdalena y dos discípulos. Jesús resucitado se les impone lleno de vida y transforma sus personas. 

En el fondo de lo que nos habla el evangelio de hoy, es de la resurrección del Señor, pero no lo hace con teorías, ni la demuestra con razones, no argumenta... Hace algo mucho más bonito: recrea en forma de relato gozoso y celebrativo la nueva creación pascual. No preguntemos si lo que se nos narra fue así exactamente como sucedió. No estamos ante un relato estrictamente histórico constatado por un notario que levanta acta de lo ocurrido. 

No. Lo importante es el anuncio de la resurrección. En ella queremos centrar la reflexión. 

1. La resurrección, obra de Dios 
Dios que no intervino para cambiar la decisión de matar a Jesús, cuando ya la realidad quedó fuera del alcance de los hombres, y éstos de ningún modo podían intervenir en ella, decidió actuar El. Antes de que la Magdalena pudiera hacer nada, ya se había adelantado Dios a hacerlo todo. Antes de que unos brazos fuertes movieran la piedra de la tumba, ya había madrugado Dios para hacer su obra: "este es el día en que actuó el Señor". 

La resurrección de Jesús fue la intervención suprema de Dios en la historia humana. 

El hombre puede matar y preocuparse de los muertos. Resucitar pertenece en exclusiva a Dios. 

2. La resurrección, plenitud de vida
Para Jesús La resurrección de Jesús es el milagro del comienzo de una vida nueva a partir, precisamente, de la muerte. Pero esta nueva existencia no es el retorno a la vida de un cadáver que se reanima, como pudo suceder en las resurrecciones que aparecen en el evangelio. Lázaro, por ejemplo. La resurrección de Jesús no fue así. Jesús no regresa a la vida con la misma vida natural que tenía antes, sino que entra en la vida definitiva de Dios y alcanza toda su plenitud. Jesús vive una vida que ya no es la nuestra; resucita para no morir nunca más, sino para vivir por los siglos de los siglos.

3. La resurrección, buena noticia para los hombres
Permítanme una comparación. No hace muchos años, fue derribado el muro de Berlín. Una avenida se prolongaba por un lado y por otro, pero el muro era una barrera infranqueable. Pero cayó el muro y la avenida se prolongó.

La vida es como un camino: ¿a dónde va?. La muerte se interpone, como un muro, cortando la perspectiva. ¿Qué hay al otro lado?. 

Con la resurrección de Cristo cayó el muro de la muerte, que cortaba toda esperanza.

El evangelio de hoy habla de la piedra removida. Es Jesús quien la ha removido con su resurrección. El ha sido el primero en franquear esa barrera para seguir viviendo del otro lado del muro de la muerte. Ya es posible pasar esa barrera y marchar por la vida hacia la VIDA. 

Por tanto, la resurrección es la mejor noticia que podíamos recibir los hombres.

Ahora ya sabemos que Dios es incapaz de defraudar la esperanza del hombre que le invoca como Padre. Dios es alguien que no está conforme con este mundo injusto, en el que los hombres somos capaces de crear una cultura de muerte; capaces de crucificar al mejor hombre que ha pisado la tierra.

Ya el mal, la injustica y la muerte no tienen la última palabra. La vida ya no es un callejón sin salida. Conocemos ya, de alguna, manera, el final.

A esta vida nuestra, crucificada muchas veces, pero vivida con el espíritu de Jesús, sólo le espera la resurrección. Todo aquel que luche por ser cada día más hombre, un día lo será en plenitud. Todos aquellos que trabajen por construir un mundo más humano y justo, un día lo verán realizado. Todos los que, de alguna manera, hayan creído en Cristo y hayan vivido con su espíritu, un día sabrán lo que es VIVIR.

"Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá. Y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees tú esto?".

sábado, 23 de marzo de 2013

DOMINGO DE RAMOS


PALMAS Y ESPINAS

P. Félix Zaragoza
Texto; Lucas 22,14-23,56

Hoy, domingo de Ramos en la Pasión del Señor, empezamos la Semana Santa, que es el tiempo litúrgico más fuerte, más rico en contenido y de mayor intensidad religiosa de todo el año cristiano; porque en ella celebramos el misterio central de nuestra fe: la muerte y resurrección de Cristo.

Hoy la liturgia nos anticipa, a modo de síntesis, el misterio pascual: la muerte y resurrección del Señor. La procesión de ramos es signo y aclamación anticipada de la alegría que vamos a sentir en la noche santa de la resurrección, y la lectura del evangelio de la Pasión en la misa de hoy nos introduce en la celebración del Viernes Santo. La muerte y resurrección del Señor no se pueden separar. Son algo así, como las dos caras de una misma moneda.

Por eso en este domingo se combinan dos evangelios; la entrada de Jesús en Jerusalén y la pasión del Señor. Al contraponer estos dos momentos de la vida de Cristo, triunfo y humillación, se establece una antítesis, pero más aparente que real. Estos dos hechos están íntimamente entrelazados. El Jesús de palmas y ramos es menos triunfalista y está más cerca del Cristo de la pasión de lo que a primera vista parece.

En esta relación quisiera centrar la reflexión de hoy.

Entre palmas, pero en un burro

Jesús hace su entrada en Jerusalén, no con el aire triunfalista de los vencedores, sino en son de paz, con la sencillez del rey que viene a servir a su pueblo. Utiliza como vehículo un burro, símbolo de humildad y sumisión. La elección del animal fue intencionada. En caballo entraban los reyes en las ciudades; en carro los guerreros. Jesús era rey, pero no como los reyes de la tierra. No le iban ni el poder, ni la fuerza, ni la violencia. Montado en un burro, descarta, toda pretensión de violencia y realeza mundana que la gente podía esperar de El.

"Tendían los mantos a su paso y cortaban ramos" para aclamarle. Pronto, aquello fue un solo grito que fue contagiando un deseo, casi una certeza: “sálvanos!" . Eso significa la palabra "Hosanna":"Yahvé salva", "Yahvé ayuda". El hosanna en las alturas equivale a decir: Ayúdanos, Señor, Tú que vives en el cielo.

La esperanza de liberación se hizo aclamación popular. Expresan tanto júbilo, como si hubieran encontrado por primera vez la libertad. Sí. La libertad es algo muy importante en el Reino que está irrumpiendo. Los discípulos, por mandato de Jesús, acaban de hacer un signo que es todo un simbolismo; desatar el burro que estaba amarrado. De esta forma Jesús suprime toda relación de amo y esclavo, e inaugura su reinado, una sociedad alternativa, en la que las relaciones de odio, egoísmo, discriminación, explotación... se transforman en relaciones de amor, solidaridad, justicia y paz.

Coronado de espinas

Jesús ha inaugurado su reinado, se ha dejado aclamar entre palmas, y como rey que es, también es coronado, pero de espinas. Lo que los soldados hicieron en plan de burla estaba expresando algo mucho más profundo. Con Jesús quedó demolida cualquier ansia de poder. Ser rey para Jesús significa renunciar a todo dominio sobre los demás y ponerse al servicio de ellos. Ya hemos visto, que su reinado significa libertad, amistad, amor... Su grandeza es la del amor que llega a dar la vida.

En la lectura de la pasión nos aparece un Dios sin poder. A algunos les sonará a blasfemia, pero eso es lo que se ve en el Crucificado.

"Creemos en Dios Todopoderoso", decimos en el credo. Y así es. Pero ¿en qué consiste su poder? Ciertamente, el poder de Dios no es como el de los poderosos de este mundo: capacidad de determinar o modificar la libertad de los demás. No. Dios no cambia el curso de  los acontecimientos que los hombres, en el uso de su libertad, han decidido. No fuerza la libertad de los hombres, ni siquiera para que los hombres seamos buenos. Preguntarse si podría hacerlo es un absurdo, algo así como preguntarse si Dios puede pecar.

Dios es amor. Y ése, el amor, es su poder. Y de ese poder si está lleno el Crucificado. Los que intervienen en la pasión del Señor no son capaces de descubrirlo; todos los que hablan al verlo en la cruz pretenden que Dios anule lo que los hombres han hecho para que, demostrando así su poder, puedan creer en Jesús. ¡Sálvate!... para que creamos". No les entraba en la cabeza que el amor es ya salvación, la verdadera salvación.

Quizás también a nosotros nos resulte difícil creer que el amor puede transformar el mundo. Sin embargo, conocemos por experiencia la fuerza del amor: si se apodera de nosotros nos cambia la vida, y cuando se hace norma de convivencia de un grupo, transforma su forma de vivir. Entonces, si fuera el amor el que organizara el mundo, en lugar de que siga estando en manos del poder, de la fuerza, del dinero, de la mentira... ¿no creen que cambiaría harto?. Pero no es tarea fácil. Como Jesús hay que poner en juego la vida. Y sin ventaja: Jesús tuvo que afrontar la muerte solo, como un simple hombre. La confianza que tenía en Dios no alivia su dolor ("Dios mío por qué me has abandonado"). Pero así manifestó el poder del amor de Dios. Sólo un forastero, un pagano, supo verlo: "verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios".

Que nosotros, estos días de Semana Santa, sepamos verlo también.