sábado, 20 de abril de 2013

4º DOMINGO DE PASCUA


SERVIDORES DEL PUEBLO

P. Félix Zaragoza

Texto: Juan 10, 11-18
El evangelio de hoy habla del Buen Pastor. La imagen de "pastor" es la que más aparece en la Biblia. Y es que los antepasados de Israel eran pastores. El jefe del clan familiar era considerado como el pastor que cuidaba de los suyos. Por eso, no es extraño que los hebreos comparen al pueblo con un rebaño y llamen "pastores" a sus dirigentes, porque debían cuidar del bienestar del pueblo. Como los dirigentes se olvidaban muchas veces de que esa era su misión, los profetas denuncian sus abusos y advierten que Dios mismo va asumir la tarea de pastorear a su pueblo por medio de un enviado suyo.

De ahí que la imagen de pastor, que guía el rebaño, es una de las preferidas del evangelio de Juan al referirse a Jesús. La utilizó en un polémico discurso de su evangelio para presentar a Jesús como el pastor ideal, pastor modelo frente a los pastores de profesión: asalariados y ladrones más que pastores.

En el texto del evangelio de hoy, Jesús interpreta la parábola del pastor, que se aplica a sí mismo, con tres rasgos característicos:
- Jesús es el Buen Pastor.
- Pastor único de un solo rebaño.
- Pastor que da la vida por las ovejas.

1. Jesús, buen pastor 
Jesús se define como buen pastor, en exclusiva y por contraposición a todos los demás. El es el pastor verdadero, auténtico, modelo, único. Pastor que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas. 

Para Jesús ser pastor, dirigir, gobernar es ir en la vida por delante de los demás con obras y palabras, vivir para el otro y no a costa del otro, entablar una relación personal con el pueblo, caminar con él, compartir gozos y esperanzas, tristezas y angustias. 

El buen pastor, Jesús, a la vez que pastor es también "cordero". Esto nos tiene que hacer pensar a Obispos, curas, dirigentes de iglesia; también debería hacer pensar a los dirigentes políticos, si nos sentimos realmente rebaño con el rebaño, pueblo con el pueblo. 

Tengo la sensación de que hay Obispos, sacerdotes, dirigentes de comunidades que se imaginan, que ellos no son pueblo de Dios. Están por encima de su pueblo. De pastores nos subimos a jerarcas. 

Claro está que ser pueblo no es fácil. Optar por el pueblo, por los pobres, lo solemos hacer. Pero intentar vivir por el pueblo, y hasta como el pueblo, en pobreza, en diálogo y en riesgo; tomar partido por el pueblo, social y políticamente, hasta las últimas consecuencias..., eso ya es otra cosa, eso es ser pastor de otro estilo.

2. Un único pastor para un solo rebaño
"Jesús se propone hacer de la humanidad una familia, un único rebaño en el que nadie se sienta excluido.

El amor de Dios tiene por término la humanidad entera.

La comunidad de Jesús es una familia grande, abierta de par en par , dispuesta a acoger a todos los hombres. 

La dispersión, la división, los odios y rivalidades entre los hombres, expresado en tantas religiones distintas, en tantas iglesias cristianas, es una de las manifestaciones del estrago hecho por el pecado, en la humanidad. La unidad de todos en torno a Cristo, el único pastor, será el signo de que el Reino se hace realidad.

En el deseo de Cristo de pastorear un solo rebaño percibimos una invitación al ecumenismo, una urgencia de unirse las iglesias cristianas, para que logremos superar el escándalo actual y el contra signo de mostrar una Iglesia de Cristo dividida.

3. Pastor que da la vida
Ser buen pastor es dar la vida por el rebaño. Pero nadie da la vida de un golpe, si antes no la va dando diariamente en pequeñas cosas. Porque no se trata de que nos quiten la vida. "Nadie me quita la vida", dice Jesús. Se trata de darla, libremente.

Entonces, ¿qué será pastoralmente dar la vida por las ovejas? Pienso que, ante todo, un pastor debe procurar "dar vida" a su rebaño; debe hacer, por todos los medios a su alcance, que su rebaño, el pueblo, tenga condiciones dignas de vivir. Todo lo que sea estimular la dignidad, la salud, la libertad, la participación, la alegría del pueblo..., eso es pastorear según el evangelio.

¿Para qué iba yo a dar la vida, ocasionalmente, por mi pueblo en un día X si no me obsesioné diariamente por ayudar a mi pueblo a tener vida, vida digna, vida abundante, vida de personas, vida, de hijos de Dios...? 

Cuando se hace todo lo posible para que se salga de la situación de pobreza en que muchos están, cuando se lucha para que todos tengan posibilidad de trabajo, de vivienda, de educación..., cuando se les abre una ventana a la esperanza y se les da motivo para vivir, eso es dar vida a su pueblo.

Dar vida es también ir dando la propia vida: dar el propio tiempo, la comodidad, los privilegios..., también las propias cosas.

Sólo así se podrá llegar al martirio si es preciso.

Que el Buen Pastor suscite muchas vocaciones de pastores al estilo de Jesús. Ojalá que en los seminarios se les prepare a ser buenos pastores, a ser servidores del pueblo, servidores del Reino.

sábado, 13 de abril de 2013

3º DOMINGO DE PASCUA


EL PAN Y LA PALABRA

P. Félix Zaragoza

Texto: Lucas 24, 35-48
Para entender el evangelio de hoy hay que tener en cuenta todo el episodio de Emaús que le precede. El encuentro que tuvieron los discípulos de Emaús con Jesús no fue suficiente: la fe en el Resucitado no se apoya en testimonios particulares, por importantes que sean; podrían ser considerados como fruto de la ilusión o de la alucinación. Por eso, los dos discípulos de Emaús van a donde está la comunidad, se integran en ella y cuentan lo que les ha pasado. Así, cuando está la comunidad reunida, de nuevo Jesús se hace presente en medio de ella, con los brazos extendidos, y las manos abiertas, marcadas por las heridas de la cruz. Como en el relato del domingo anterior, también Jesús ofrece aquí, como plenitud de todo bien La paz. 

1. Una Catequesis bíblica 
Jesús resucitado les abre el entendimiento para comprender la Palabra de Dios. 

A Jesús le han visto con los ojos, pero el contacto visual puede resultar deslumbrante. Se puede confundir con un fantasma. Necesitan comprender lo que están viendo. "No lo podían creer". No les entraba en la cabeza que Jesús estuviera vivo. Por eso, Jesús añade otra prueba de su identidad: la lectura y comprensión de la Palabra de Dios. Aquí es Jesús en persona el que les explica la lección. Les recuerda la catequesis que les había hecho por el camino de Galilea. "Esto es lo que les decía mientras estaba entre ustedes". 

Ahora, desde la mañana de la Resurrección, donde se ha cumplido el plan del amor del Padre, se comprende mucho mejor el proyecto de salvación trazado desde antiguo. Jesús es el centro, el núcleo de toda la Historia Santa. Más aún, el eje, el hilo conductor que la atraviesa; la clave, que nos abre y nos desvela su último secreto. La promesa del Antiguo Testamento se ha hecho cumplimiento en Cristo. 

2. Al partir el pan
"Partir el pan" es la clave eucarística del encuentro en la fe con Cristo resucitado. A los discípulos de Emaús se les abrieron los ojos al partir el pan. También en el evangelio de hoy Jesús les pide algo de comer. "Le dieron un pescado". Y es que, partir el pan, comer pescado y escuchar la Escritura eran los ingredientes de las comidas eucarísticas que la primitiva comunidad celebraba el día domingo.

Jesús en el evangelio de hoy se presenta como un necesitado. Les pide a los discípulos que tienen que ponerse con lo que tienen y compartirlo. Y es que donde no hay vida compartida no hay eucaristía. No se puede comulgar con Cristo sin comulgar con los hermanos. De ahí, que el que ve en el Pan del altar el mismo cuerpo del Señor, con los pies descalzos, desnudo y enclavado en la cruz, y con el costado abierto, ya necesita muy poco para vivir; es capaz de quitarse el pan de la boca para compartirlo con el necesitado. Al ver así al Señor se hace posible lo imposible. Allí mismo en la Mesa se puede poner lo que uno no necesita para vivir. ¡Se necesita tan poco! Siente que no le pertenece. Y todo esto no como colecta de Cáritas o el aporte del 1% a la Iglesia.

En la Eucaristía, memorial de la muerte de Cristo, celebración gozosa de la Resurrección, compromiso de amor fraterno..., el cristiano descubre cada domingo la presencia del Señor. Presencia que le impulsa a gritar por el mundo, sin miedo y complejos, que es posible vivir otra vida, ya desde ahora, en la que todos los hombres nos sentemos a la mesa para partir el pan y compartir lo que somos y tenemos. 

Mientras no lo vivamos todo esto en la misa, no llegaremos a experimentar al Señor resucitado. Mientras vayamos a misa solamente por obligación y no como necesidad vital de comunión con Cristo y los hermanos con quienes compartimos la fe, la vida, el pan; mientras sigamos llegando tarde, estemos distraídos, no participemos activamente; mientras no comulguemos el Cuerpo de Cristo; mientras no se note la misa durante la semana: en casa, en el trabajo, en la calle... es que todavía no hemos conocido a Cristo ni a los hermanos al partir el pan.

sábado, 6 de abril de 2013

2º DOMINGO DE PASCUA


LA POCA FE DE LOS CREYENTES

P. Félix Zaragoza

Texto: Juan 20, 19-31
El evangelio de hoy relata dos apariciones de Jesús Resucitado. Las dos ocurridas en día domingo: la primera en la tarde del mismo día de la Resurrección, estando ausente el apóstol Tomás; y la segunda, con Tomás presente a los ocho días después. En la primera aparición destacan la misión y el don del Espíritu. En la segunda la problemática de la fe. 

Estos relatos, al igual que todo el evangelio son profesiones de fe en Cristo Resucitado, expresados en un lenguaje teológico. Su intención básica no es hacer historia exacta, crónica fiel, video o reportaje de lo ocurrido. No. Lo importante es la fe de la comunidad en el Señor Resucitado. 

De estas apariciones de Cristo se siguen, como efecto inmediato, la fe y la transformación personal de los discípulos. Jesús viene al encuentro de los suyos en medio del mundo para quitarles el miedo, para liberarlos y reunirlos en el amor de su Espíritu, enviándolos de nuevo al mundo a continuar la misión que El había realizado. 

De este texto se han hecho innumerables consideraciones, tratando de describir las cualidades y características del cuerpo resucitado de Jesús, para explicar cosas, como la forma de atravesar paredes y puertas. Pienso que no va por ahí el mensaje! de este evangelio. Leído sin prejuicios milagreros, el evangelio alude a dos situaciones distintas: primero, a la poca fe, al miedo de los discípulos, que se encuentran en una casa, con las puertas cerradas, algo más que cerradas, atrancadas; segundo, a la presencia de Jesús en medio de la comunidad reunida. En estos dos aspectos quisiera reflexionar.  

1. La incredulidad de los creyentes 
La incredulidad y el miedo son dos dimensiones de la falta de fe. 

En los discípulos de Jesús no existía ni la más mínima predisposición para la fe en Cristo Resucitado. Lo prueba claramente la reacción de Tomás: si no veo, no creo. 

Tomás, de entre todos los discípulos, era el que con más decisión se había mostrado dispuesto a acompañar a Jesús a la muerte: "vamos nosotros también a morir con Él", había dicho en una ocasión a los demás discípulos. Por algo se llamaba Tomás. Tomás significa "mellizo", "gemelo", el doble de Jesús. Haciendo honor a su nombre, estaba dispuesto a morir con El. Pero no ve nada más allá de la muerte. Por eso, no cree a sus compañeros cuando le cuentan que han visto al Señor. 

En la India hay cristianos que se siguen llamando "cristianos de Santo Tomás", porque pretenden descender de los bautizados por el apóstol a quien, según tradición, le tocó en suerte la India en el reparto que hicieron los apóstoles el día de Pentecostés. 

Históricamente esto no se puede demostrar. Lo que no necesita prueba es que existen muchos "Tomases" en la India y en todas partes. Muchos, como Tomás: ¡a mí pruebas! si no lo veo, no lo creo. 

Tomás encarna actitudes muy actuales y siempre perennes ante la fe: el afán de querer entenderlo todo, comprobarlo todo... Ante las dudas o crisis de fe aflora, incluso en los creyentes, la tendencia a buscar pruebas y seguridades; milagros, incluso. Advertimos que en el fondo de nuestro ser hay resistencia a creer. ¿Por qué nos cuesta tanto creer? Será ¿por excesivo racionalismo, o por miedo al riesgo o por falta de compromiso? 

2. Jesús se da a conocer en la comunidad
Jesús Resucitado no hizo ningún "show" por las calles para que le vieran vivo, sino que se hizo presente sólo en la comunidad. Cuando los discípulos se juntan, se hace presente Jesús, vivo, en medio de ellos, en el centro de la mesa, con los brazos extendidos y las manos abiertas, marcadas por las heridas de la cruz. Les da el abrazo de la paz para formar una familia de hermanos.

Por eso la fe en Jesús resucitado consiste en reconocer su presencia en la comunidad de los creyentes. Tomás representa a los que no creen en los demás. En lugar de participar en la comunidad, pretende una demostración particular. Pero, para ver al Señor, no le queda otra que ir a la misa de la comunidad. El primer domingo se la perdió.

La fe no nace a base de milagros, ni por libre y en solitario, sino que nace, crece y perdura en la comunidad. A Jesús se le descubre a través de los hombres, en una comunidad. La fe supone aceptar el testimonio de otros. No se puede creer en Dios sin creer en los hombres. Quien quiera, como Tomás, encontrar a Jesús, deberá buscarlo en la comunidad, reunida por el amor; ésta es, por siempre, la verdadera aparición de Jesús al mundo, su presencia perenne a la humanidad. Dentro de la comunidad se experimenta la presencia de Jesús Resucitado. Esta experiencia se perpetúa en la celebración eucarística, donde los discípulos se asimilan a Jesús y reciben su vida, el Espíritu. 

De esta forma la presencia de Jesús se nota, se debe notar, no en apariciones extraordinarias, sino en que se vive lo que Jesús vivió: el AMOR.