sábado, 6 de abril de 2013

2º DOMINGO DE PASCUA


LA POCA FE DE LOS CREYENTES

P. Félix Zaragoza

Texto: Juan 20, 19-31
El evangelio de hoy relata dos apariciones de Jesús Resucitado. Las dos ocurridas en día domingo: la primera en la tarde del mismo día de la Resurrección, estando ausente el apóstol Tomás; y la segunda, con Tomás presente a los ocho días después. En la primera aparición destacan la misión y el don del Espíritu. En la segunda la problemática de la fe. 

Estos relatos, al igual que todo el evangelio son profesiones de fe en Cristo Resucitado, expresados en un lenguaje teológico. Su intención básica no es hacer historia exacta, crónica fiel, video o reportaje de lo ocurrido. No. Lo importante es la fe de la comunidad en el Señor Resucitado. 

De estas apariciones de Cristo se siguen, como efecto inmediato, la fe y la transformación personal de los discípulos. Jesús viene al encuentro de los suyos en medio del mundo para quitarles el miedo, para liberarlos y reunirlos en el amor de su Espíritu, enviándolos de nuevo al mundo a continuar la misión que El había realizado. 

De este texto se han hecho innumerables consideraciones, tratando de describir las cualidades y características del cuerpo resucitado de Jesús, para explicar cosas, como la forma de atravesar paredes y puertas. Pienso que no va por ahí el mensaje! de este evangelio. Leído sin prejuicios milagreros, el evangelio alude a dos situaciones distintas: primero, a la poca fe, al miedo de los discípulos, que se encuentran en una casa, con las puertas cerradas, algo más que cerradas, atrancadas; segundo, a la presencia de Jesús en medio de la comunidad reunida. En estos dos aspectos quisiera reflexionar.  

1. La incredulidad de los creyentes 
La incredulidad y el miedo son dos dimensiones de la falta de fe. 

En los discípulos de Jesús no existía ni la más mínima predisposición para la fe en Cristo Resucitado. Lo prueba claramente la reacción de Tomás: si no veo, no creo. 

Tomás, de entre todos los discípulos, era el que con más decisión se había mostrado dispuesto a acompañar a Jesús a la muerte: "vamos nosotros también a morir con Él", había dicho en una ocasión a los demás discípulos. Por algo se llamaba Tomás. Tomás significa "mellizo", "gemelo", el doble de Jesús. Haciendo honor a su nombre, estaba dispuesto a morir con El. Pero no ve nada más allá de la muerte. Por eso, no cree a sus compañeros cuando le cuentan que han visto al Señor. 

En la India hay cristianos que se siguen llamando "cristianos de Santo Tomás", porque pretenden descender de los bautizados por el apóstol a quien, según tradición, le tocó en suerte la India en el reparto que hicieron los apóstoles el día de Pentecostés. 

Históricamente esto no se puede demostrar. Lo que no necesita prueba es que existen muchos "Tomases" en la India y en todas partes. Muchos, como Tomás: ¡a mí pruebas! si no lo veo, no lo creo. 

Tomás encarna actitudes muy actuales y siempre perennes ante la fe: el afán de querer entenderlo todo, comprobarlo todo... Ante las dudas o crisis de fe aflora, incluso en los creyentes, la tendencia a buscar pruebas y seguridades; milagros, incluso. Advertimos que en el fondo de nuestro ser hay resistencia a creer. ¿Por qué nos cuesta tanto creer? Será ¿por excesivo racionalismo, o por miedo al riesgo o por falta de compromiso? 

2. Jesús se da a conocer en la comunidad
Jesús Resucitado no hizo ningún "show" por las calles para que le vieran vivo, sino que se hizo presente sólo en la comunidad. Cuando los discípulos se juntan, se hace presente Jesús, vivo, en medio de ellos, en el centro de la mesa, con los brazos extendidos y las manos abiertas, marcadas por las heridas de la cruz. Les da el abrazo de la paz para formar una familia de hermanos.

Por eso la fe en Jesús resucitado consiste en reconocer su presencia en la comunidad de los creyentes. Tomás representa a los que no creen en los demás. En lugar de participar en la comunidad, pretende una demostración particular. Pero, para ver al Señor, no le queda otra que ir a la misa de la comunidad. El primer domingo se la perdió.

La fe no nace a base de milagros, ni por libre y en solitario, sino que nace, crece y perdura en la comunidad. A Jesús se le descubre a través de los hombres, en una comunidad. La fe supone aceptar el testimonio de otros. No se puede creer en Dios sin creer en los hombres. Quien quiera, como Tomás, encontrar a Jesús, deberá buscarlo en la comunidad, reunida por el amor; ésta es, por siempre, la verdadera aparición de Jesús al mundo, su presencia perenne a la humanidad. Dentro de la comunidad se experimenta la presencia de Jesús Resucitado. Esta experiencia se perpetúa en la celebración eucarística, donde los discípulos se asimilan a Jesús y reciben su vida, el Espíritu. 

De esta forma la presencia de Jesús se nota, se debe notar, no en apariciones extraordinarias, sino en que se vive lo que Jesús vivió: el AMOR.