VIDA DE HOMBRE PARA QUE EL HOMBRE VIVA
Pbro. Félix Zaragoza S.
Texto: Jn. 6, 41-51
El Evangelio de hoy continúa, el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Jesús comunica la vida dándose a sí mismo, en su realidad humana, hasta la muerte. Jesús entrega su vida, su Cuerpo y su Sangre, para dar vida al hombre, para dar vida al mundo. La aceptación de ese don suyo y la asimilación vital a él (comer su carne y beber su sangre) son para el hombre fuente de vida. El texto del Evangelio de hoy contiene dos partes bien diferenciadas: La primera, el origen humano de Jesús y la fe que hay que tener en él, la segunda, Jesús es el pan vivo que da vida al que lo come.
1. Jesús hombre
"Y decían: pero ¿no es éste Jesús, el hijo de José, de quien nosotros conocemos al padre y a la madre? ¿Cómo dice ahora: he bajado del cielo?" Los adversarios de Jesús protestan contra su pretensión de considerarse el enviado de Dios. Conocían a Jesús desde pequeño, conocían su familia, algunos seguro que jugaron con él de niños y trabajaron de mayores... Jesús es de carne y hueso, es un hombre, totalmente hombre. Por tanto la pretensión de Jesús es inadmisible. Y es que los judíos separan a Dios del hombre. Por enaltecer a Dios le habían subido tan alto que le habían alejado de este mundo. No le podían ver en un hombre, en Jesús. No conocían a Dios como Padre. Esa es la respuesta, de Jesús a sus críticas: “...todo el que escucha al Padre se acerca a mi". Ellos no veían a Dios como Padre. No creían en su amor generoso, gratuito y cercano que le lleva a comunicarse. Preferían a un Dios dueño y señor, legislador... No comprendían que la grandeza de Dios es dar vida y estar siempre a favor del hombre. No podían comprender que Dios fuera, tan humano, próximo y familiar. Ese es el escándalo, siempre actual, de la. encarnación de Dios en la raza humana . Nunca hubiéramos sospechado nosotros hasta que extremo Dios ama al hombre y se preocupa por nosotros. Pero, en Cristo ha sucedido algo que, bien pensado, resulta desconcertante y sólo puede explicarse por amor: Dios ha querido hacerse hombre, compartir nuestra vida, tener un cuerpo como el nuestro, y así saber por experiencia propia qué es ser hombre. Así, Jesús porque era hombre pudo morir por nosotros. Así su cuerpo de hombre es para nosotros Pan de Vida. Por eso no es posible creer en un Dios que se ha hecho hombre, y no esforzarse por ser más hombre cada día y trabajar por un mundo más humano. Igual que Cristo tuvo que ser hombre para salvarnos, del mismo modo no se puede ser cristiano sin ser realmente hombre. Lo cristiano no puede ponerse encima, debajo o al lado de lo humano. El cristiano no puede ser un hombre dividido. La vida de cristiano, la vida espiritual no puede separarse de lo simplemente humano. Por eso los cristianos no somos menos humanistas que otros humanistas. Pero vemos lo humano, vemos al hombre, la humanidad, la vida, a la luz de Jesús. En esta perspectiva no podemos ser partidarios de un humanismo cualquiera. El nuestro es un humanismo radical, capaz de integrar y asumir no sólo lo positivo: lo bueno, lo verdadero, lo humano..., sino también lo negativo, incluso el dolor, el pecado, la muerte. Por tanto nos atrevemos a decir que ser cristiano es ser hombre, plenamente hombre.
2. Pan vivo que da Vida
Jesús se autodefine como el pan que da vida al que lo come. Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy son como una catequesis sobre la vida. El instinto fundamental del hombre es vivir. Toda su preocupación y su lucha está en torno a su vida. Se lucha contra el hambre y las enfermedades para, preservar y prolongar la vida. La tragedia del hombre es no poder vencer la muerte. Ante este drama, las palabras de Jesús en el evangelio de hoy, son una luz en la oscuridad: "Yo soy el pan vivo, el que come de este pan vivirá para siempre". Jesús es nuestra vida. Pero no sólo para después de la muerte, sino que ya, aquí en la tierra podemos vivir plenamente. Lo que Jesús ofrece es una oferta de calidad de vida. Por eso, porque es una vida de calidad, durará para, siempre. Pidamos al Señor que creamos de verdad en esa posibilidad de mejorar nuestra calidad de vida que él nos ofrece, que él nos alimenta con su propio cuerpo. Señor, ¡danos siempre de ese pan!