sábado, 18 de agosto de 2012

XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

CELEBRAR LA EUCARISTÍA
P. Félix Zaragoza S.


Texto: Juan 6, 51-58
Con el Evangelio de hoy entramos en la segunda parte del discurso del Pan de Vida que viene a explicar y desarrollar la afirmación con que terminaba el texto del domingo recién pasado.
Hoy pasa a primer plano el tema eucarístico que continúa y completa el del Pan vivo bajado del cielo. El Pan de Vida, es el Pan eucarístico: la carne, el cuerpo de Cristo.

1. El Pan Eucarístico
Parece ser que el texto del Evangelio de hoy no fue pronunciado por Jesús en el momento y en el lugar en que aparece. No sería en la Sinagoga de Cafarnaún y al día siguiente de la multiplicación de los panes, sino en la última Cena al instituir la Eucaristía. Escena que por cierto falta en el evangelio de Juan. A ese momento de la última Cena, respondería el evangelio de hoy. Los otros evangelios narran la institución de la Eucaristía, Juan explica lo que la Eucaristía significa para nosotros.
Jesús es Pan de Vida precisamente porque entrega su vida, su cuerpo por nosotros, por el mundo. Quienes celebran su Eucaristía, dice Jesús, "comen su Carne y beben su Sangre", participan en el misterio de su humanidad plena: misterio de encarnación, muerte y resurrección.

2. La Comunión Eucarística
Para ser plena nuestra comunión eucarística ha de tener dos direcciones: vertical y horizontal.

a) Comunión Vertical. La comunión del cuerpo y sangre del Señor debe ser parte normal de la misa como respuesta a la invitación de Jesús: "tomad y comed".
La misa, por tanto, es una comida en la que los presentes participan, comulgan.
Hay cristianos que, aun asistiendo regularmente a misa, se contentan con comulgar de vez en cuando, sólo en algunas ocasiones.
A este propósito estaría, bien escuchar lo que nos dice San Juan Crisóstomo: "imaginemos a una persona que, invitada a un banquete, se lava las manos, ocupa un sitio, y se prepara para el festín; pero luego se niega a comer. ¿No ofendería así al que lo ha invitado
Pero, "comulgar", "comer y beber" no puede convertirse ni reducirse a puros ritos. Remiten a la vida y la fortalecen. El comulgar, el comer el cuerpo de Cristo lleva a estar en comunión con El: con todo lo que Cristo es y representa. Supone también comulgar con su proyecto: su Reino.
Mientras no vivamos todo esto en la misa, no llegaremos a experimentar la vida que nos da Jesús. Mientras vayamos a misa solamente por obligación y no como necesidad vital de estar unido a Cristo; mientras sigamos llegando tarde, estemos distraídos, no participemos activamente; mientras no comulguemos el cuerpo de Cristo; mientras no se note la misa durante la semana: en casa, en el trabajo, en la calle... es que no conocemos verdaderamente a Cristo.

b) Comunión Horizontal. Según San Pablo el cuerpo de Cristo es también la Iglesia. Por tanto, la comunión eucarística pide también comunión con los hermanos, con la comunidad eclesial que celebra la Eucaristía...
Con frecuencia nuestras misas no pasan de ser simples aglomeraciones de personas, casi como las que se congregan en la plaza o en un estadio.
La misa no se puede reducir a una devoción privada e individualista; es una acción comunitaria.
Además la misa no es algo simplemente para ser escuchada, sino que es, más bien, una celebración de todos los que participan. Por eso a la misa, hay que llevar nuestro "pan", y ponerlo en la Mesa donde se pone Jesús con su Cuerpo, y repartirlo como se reparte el Cuerpo de Cristo. Ese es el sentido de la presentación de ofrendas en la Misa.
No olvidemos que el Evangelio de hoy tiene como contexto la multiplicación de los panes, donde tuvieron que compartir los cinco panes y dos pescados.
La comunión exige: partir, repartir, compartir. No se puede comulgar con Cristo sin comulgar con los hermanos. De ahí, que el que ve en el Pan del altar el Cuerpo del Señor , desnudo y enclavado en la Cruz, y con el costado abierto, ya necesita muy poco para vivir; es capaz de quitarse el pan de la boca, para compartirlo con el necesitado.

Hoy sería bueno revisar nuestras celebraciones eucarísticas; ¿por qué vamos, qué celebramos, cómo lo hacernos, cuál es nuestra participación, qué supone en nuestra vida: personal, familiar, laboral, comunitaria?