martes, 17 de diciembre de 2013

IV DOMINGO DE ADVIENTO


Mateo 1, 18-24.

El “Dios con nosotros”

P. Félix Zaragoza S.

Estamos a las puertas de la Navidad y la Palabra de Dios nos introduce de lleno en el misterio del nacimiento del Hijo de Dios. En este IVo domingo de Adviento, el evangelio nos invita a contemplar a María, la joven de Nazaret, que dice un “Sí” definitivo y total a los planes de Dios.

En la persona de María se cumple la profecía formulada por el profeta Isaías ocho siglos antes: “concebirá y dará a luz un hijo, que se llamará Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros”.

La encarnación de Jesús es, de alguna manera, encarnación de Dios. Esto es: Dios que se implica en toda la realidad humana. Dios se hace presente y se comunica con nosotros mediante un hombre de carne y hueso: Jesús. Así de humano sólo puede serlo el mismo Dios.

Por eso por 1ª vez en la historia se le da el nombre de “Emmanuel”. Es un nombre chocante, totalmente nuevo que le atribuimos al niño que nace en Belén los que creemos que, en él y desde él, Dios nos acompaña, nos bendice y nos salva. El niño del pesebre es el único al  que podemos llamar con toda verdad “Emmanuel”.

Pero, para el mundo de hoy, ¿qué quiere decir esto? ¿Necesitamos realmente que Dios esté con nosotros? Parece que los hombres nos hemos hecho tan grandes que somos autosuficientes. A Dios lo hemos expulsado o quizá ni siquiera lo hemos dejado entrar en nuestro mundo.

Por eso nos tenemos que preguntar: ¿qué queremos realmente que nazca en esta Navidad? ¿Deseamos realmente que Dios esté con nosotros o, más bien, queremos prescindir de él?

Pero, lo reconozcamos o no, Dios se ha hecho hombre. Dios está con nosotros. Nadie está solo. Ya nunca estarás tú solo. Esto es el mensaje central de la Navidad. Necesitamos que Dios nazca de nuevo entre nosotros, que brote con luz nueva e ilumine nuestro corazón. En cada uno de nosotros puede nacer Dios. En cada familia puede nacer Dios esta Navidad. En nuestro país, con un nuevo gobierno, puede nacer Dios.

Superemos los temores y confiemos en un Dios que se nos acerca  como niño. ¿Cómo temer a un Dios que se nos ofrece como un pequeño frágil e indefenso? Dios no ha venido armado de poder para imponerse a los hombres. Se nos ha acercado en la ternura de un niño a quien podemos hacer reír o llorar. Dios es un niño, en brazos de una mujer, entregado cariñosamente a la humanidad. El niño del pesebre busca nuestra mirada para alegrarnos con su sonrisa. ¡Cómo no alegrarnos de que Dios esté con nosotros!

Celebrar la Navidad es celebrar que Dios sigue confiando en los hombres, sigue confiando en las posibilidades de los hombres para ser felices, sigue confiando en las posibilidades y capacidades de los hombres para construir un mundo mejor, un Chile mejor, donde se haga más realidad una vida digna, y dichosa para todos.

Esto es lo que se nos dice en el Evangelios de hoy: el que nace “salvará a su pueblo de sus males”. Y cada uno se salva en la medida, y sólo en la medida, en que se pone a vivir y actuar como vivió y actuó Jesús.

Si el misterio de la Encarnación es el misterio de la “humanización” de Dios, el camino para encontrar a Dios es en lo que cada día nos hace ser más humanos: la bondad, la solidaridad, la sinceridad, la honradez, la libertad, la justicia, la paz…