Roma: Siete nuevos santos fueron canonizados por Benedicto XVI este Domingo Universal de Misiones (DUM), durante el Sínodo para la Nueva Evangelización, que tiene lugar en Roma hasta 28 de octubre. Entre ellos hay misioneros de primera evangelización y modelos de ingenio para llegar a colectivos determinados. Son también los primeros santos del Año de la Fe.
Los santos son originarios de seis países: Francia, Alemania, Italia, España, Canadá y Filipinas. Son dos sacerdotes de Francia e Italia, dos religiosas de Alemania y España, y tres laicos, dos mujeres de Canadá y Alemania, y un catequista de Filipinas.
Todos ellos se distinguieron de una manera especial y personal por su anuncio del Evangelio en medio de los pueblos todavía sin evangelizar, cerca de los enfermos, por la enseñanza, la formación de jóvenes obreros y campesinos, o sencillamente ofreciendo la vida cotidiana, en la casa familiar. Los siete santos son por orden cronológico:
Pedro Calungsod (1654-1672), catequista laico, mártir en Filipinas. Originario de Cebú, fue muerto en Guam, en el archipiélago de las Islas Marianas.
Calungsod fue un laico catequista filipino, nacido en 1654, que realizaba un trabajo misionero en Guam (ver: http://www.zenit.org/article-41501?l=spanish).
El milagro que ha llevado a la canonización, aprobado por la Santa Sede el año pasado, benefició a una mujer que casi muere debido a una falta de oxígeno, en 2003. La mujer estaba en estado de coma causado por una encefalopatía, en estado terminal. La mujer recuperó la conciencia, lo que sorprendió al médico responsable.
Calungsod es modelo para la Nueva Evangelización porque en tiempos lejanos los valores que vivió no eran diferentes de los que hay que encarnar en la nueva evangelización. Su audacia en dejar su casa y acompañar a los misioneros a difundir el Evangelio en un ambiente hostil, es una llamada a ser valientes en dar testimonio de Cristo hoy.
Kateri Tekakwitha (1656-1680), laica, india de América del Norte (Estados Unidos y Canadá), llamada también “lirio de los Mohawks”, muerta tres años después de su bautismo.
América del Norte ya tiene su santa india. Una figura extraordinaria llena de encanto, testigo de lo que la gracia divina hace en quien, con toda la inocencia de una juventud incontaminada, se deja llevar por su impulso. Kateri Tekakwitha vivió mucho en pocos años. Murió consagrada a Dios a los 24 años.
En el inmenso territorio descubierto en el siglo XVI, se establecieron poco a poco colonias de todas las procedencias, ambicionando establecerse en aquellas grandes praderas. En medio de la presencia holandesa y luego inglesa, vivió una joven india mohawk.
La santa ha realizado muchos milagros privados. La conocida como “el lirio de los mohawks” tiene su santuario nacional en Fonda, Nueva York. Fue fundado en honor de Kateri, en el lugar donde fue bautizada el domingo de Pascua, 5 de abril de 1676, y aquí vivió sus años de adolescencia.
Kateri nació en 1656 de una madre algonquina cristiana –raptada por los iroqueses y casada con un jefe mohawk–, en la aldea fortificada de Mohawk Canaouaga u Ossernenon (moderna Auriesville), en el actual estado de Nueva York.
Cuando sólo tenía cuatro años, quedó huérfana, debido a una epidemia de viruela. Kateri sobrevivió pero quedó marcada de cicatrices y con una visión reducida. Kateri fue apodada “tekakwitha”, que significa “la que choca contra las cosas”. Fue acogida por su tío, que se oponía duramente a la evangelización.
Cuando Kateri tenía diez años, en 1666, una partida de guerra compuesta de soldados franceses e indios hostle de Canadá destruyó las fortalezas mohawk en la orilla sur del río Mohawk. Los mohawks supervivientes se trasladaron a la parte norte del río. Kateri vivió en Caughnawaga, sede del actual santuario, los siguientes diez años.
Cuando tenía 18 años, inició la catequesis en secreto y finalmente su tío dio su consentimiento para que se convirtiera al cristianismo, a condición de que saliera del pueblo indio. Tras caminar unos 320 kilómetros por el bosque hasta llegar a Sault Ste. Marie, un pueblo cristiano cerca de Montreal, en 1677, se establece en un asentamiento indio conocido como Kahnawake, que quedaba al otro lado del río San Lorenzo, y fue denominado “El pueblo de los indios que rezan”.
El día de Navidad de 1677, Kateri hizo la primera comunión y, en la Fiesta de la Anunciación de 1679, hizo voto de virginidad perpetua. Se ofreció a la Santísima Virgen María para que la aceptara como hija. En los últimos años de su vida, soportó un gran sufrimiento por una enfermedad grave. Murió el 17 de abril de 1680, poco antes de cumplir 24 años, y fue enterrada en Kahnawake, Quebec, Canadá. Sus palabras finales fueron: “Jesús, María, os amo”. Para saber más, la página de la beata está en inglés: http://www.katerishrine.com/.
Jacques Berthieu (1838-1896), sacerdote francés, jesuita, muerto en Madagascar, es considerado mártir de la fe. Nacido en Francia, en Ponminhac, en los alrededores de Aurillac, en una familia de propietarios agrícolas, fue ordenado sacerdote de la diócesis de Sant-Flour, el 21 de mayo de 1864, y nombrado vicario en Roanne-Saint-Mary donde pasó nueve años.
A los 35 años, entró en el noviciado de la Compañía de Jesús, en Pau. En 1875, partió para Madagascar donde ejerció su ministerio evangelizador.
En 1896, tuvo lugar la insurrección de Menalambas, que buscaba no sólo expulsar a los europeos sino destruir la religión cristiana.
Los militares obligaron a los religiosos a replegarse con ellos, pero les abandonaron durante un ataque de los insurgentes. Los fugitivos se refugiaron en la aldea de Ambonhibesoandro donde el padre Berthieu fue hecho prisionero, golpeado hasta la sangre y conducido a Ambiatibé.
Respondía a quienes le inducían a la apostasía: “Prefiero morir”. Al anochecer, mientras oraba por sus perseguidores, fue fusilado y su cuerpo arrojado al río Mananara. Era el 8 de junio de 1896.
A un amigo sacerdote, describía así su misión, consciente del peligro: “Estoy ahora desde hace dieciocho meses a una larga jornada de Tananarive, sin compañero por primera vez en mi vida, teniendo dieciocho lugares que atender en una vasta extensión. Heme aquí pues misionero para todo lo bueno y me he hecho a ello. Mis fuerzas bajan pero todavía puedo montar bien un caballo. Una vez al mes, en la reunión de los padres, voy a la capital para todos los asuntos. Me falta poco. He aquí mi vida en juego. Para resumir, aquí es donde el Reino de Dios sufre violencia por parte de numerosos, malvados y potentes enemigos”.
Maria Anna Cope (1838-1918), religiosa alemana de las Hermanas de la Tercera Orden Franciscana de Syracuse, Nueva York. Su nombre era Bárbara. Fue conocida como la madre Maria de Molokai. Nacida en Alemania, murió en Molokai, Hawai. Evangelizó a los leprosos de Molokai.
Nació en Heppenheim, Gran Ducado de Hesse, el 23 de enero de 1838. Su familia emigró a Estados Unidos y se nacionalizó. Se estableció en Utica, donde permaneció toda su vida. Estudió allí en una escuela católica. Después de trabajar en una fábrica doce años para ayudar a la familia, debido a la debilidad del padre, entró en las Hermanas de la Tercera Orden Regular Franciscana, con sede en Syracuce, al norte de Nueva York. Profesa en 1860, elegida superiora general en 1873, ese mismo año fue llamada a Honolulu por el rey de Hawai para cuidar del gran número de leprosos. En 1888, se trasladó a la isla de Molokai, donde estaba el asilo para leprosos de Kaulapapa, para asistir a san Damián de Veuster, SS.CC, en sus últimos meses de vida, contagiado por la enfermedad, y para seguir con su la obra de cuidar y curar a los leprosos.
En 1885, recibió la condecoración de Dama Compañera de la Real Orden de Kapiʻolani por sus servicios, de manos del rey Kalākaua.
Apoyó la construcción de la iglesia de Santa Filomena y del colegio católico de San Francisco de Asís. Fundó una lavandería para las leprosas y un coro para las iglesias. Exigió, a gritos, comida y medicamentos para los leprosos. Tras la muerte de Veuster en 1889, Cope fue llamada a Honolulu para que regresara a Syracuse pero ella se negó y decidió establecer su residencia en Kaulapapa, donde murió el 9 de agosto de 1918.
Giovanni Battista Piamarta (1841-1913), sacerdote italiano, fundador de las congregaciones de la Santa Familia de Nazareth y de las humildes siervas del Señor.
Nació en Brescia, el 26 de noviembre de 1841 en una familia pobre. Es una de las personalidades de relieve de mitad del siglo XIX en Italia. Huérfano de madre a los nueve años, creció vivaz en los callejones de los barrios populares de la ciudad, encontrando un apoyo educativo en su abuelo materno y en el oratorio [actividades para niños y jóvenes en las parroquias sobre el modelo creado por don Bosco] que afinan su sensibilidad y su extraordinaria generosidad; su adolescencia fue difícil y gracias al párroco de Vallio Terme (Bs) pudo entrar en el seminario diocesano. Ordenado sacerdote en 1865, inicia su ministerio sacerdotal en Carzago Riviera, Bedizzole; luego en la parroquia de Sant’Alessandro en la ciudad y párroco de Pavone del Mella. Las primeras experiencias oratorianas son para él una valiosa posibilidad para conocer de cerca a la juventud que tiene que afrontar el duro ambiente de las fábricas de la naciente industria bresciana. En trece años de fecundo apostolado recoge resultados admirables y el respeto de sus muchachos. El secreto de su “éxito” era sencillo: la fuerza de la oración: “Si yo no hiciera dos o tres horas de oración cada mañana, no podría llevar el peso que el buen Dios me ha impuesto”, contaba incansable.
Deja la parroquia de Pavone del Mella para volver a Brescia y dedicarse a una obra pensada y soñada: dar a los jóvenes una segura preparación profesional y cristiana. Reflexionando sobre el abandono espiritual y la pérdida de la fe de muchos jóvenes que llegaban a la ciudad por motivos laborales. Pobrísimo pero confiado en la providencia, pone en marcha el Instituto Artesanal, el 3 de diciembre de 1886, con la ayuda del sacerdote Pietro Capretti.
La obra se multiplica y los jóvenes reciben una buena preparación técnica. Luego, dirige su atención al mundo de la agricultura y crea, con el padre Giovanni Bonsignori la Colonia Agrícola de Remedello (Brescia). Pronto surgen personas que quieren compartir su carisma y, en marzo de 1900 instituye una familia religiosa, de sacerdotes y laicos. Funda la congregación Sagrada Familia de Nazaret, presente, junto a otra congregación por el fundada, las Humildes Siervas del señor, en varios continentes.
El padre Piamarta murió el 25 de abril de 1913, en Remedello. En 1926 sus restos fueron trasladados a la iglesia del instituto construida por él; Su fiesta litúrgica es el 26 de abril.
María del Carmen Sallés (1848-1911), religiosa española. Se llamaba María Sallés Barangueras, fundadora de la congregación de las Hermanas concepcionistas misioneras de la enseñanza, para la formación de mujeres.
Animada por una idea especial de la educación, que fuera a la vez del corazón y de la inteligencia, María del Carmen Salles (1848-1911) fue la fundadora de una comunidad dedicada a la formación de mujeres.
Nació en Vic, cerca de Barcelona, segunda de diez hijos. Muy pronto, sintió un amor especial por María Inmaculada, una devoción alimentada por la educación que recibió en el colegio de la Compañía de María, en Manresa. Más tarde, sus padres deseaban que se casara pero ella había decidido consagrarse a Dios.
A los 23 años, a pesar de la oposición paterna, entró en las Terciarias Dominicas de la Anunciación y recibió el nombre de María del Carmen.
Hasta 1892 no realiza plenamente su vocación fundando, en Burgos, el Instituto de las Hermanas de la Inmaculada Concepción, llamadas concepcionistas misioneras de la enseñanza.
Quería que la formación de las niñas y jóvenes surgiera del corazón para llegar también a la inteligencia.
La congregación está actualmente presente en otros once países: Italia, Brasil, Venezuela, México, República Dominicana, Estados Unidos, Filipinas, Japón, Corea, Guinea Ecuatorial y República Democrática del Congo. Cuenta con sesenta comunidades y miles de alumnas.
Anna Schäffer (1882-1925), laica alemana, mística bávara. A los diecinueve años, trabajando como sirviente, se abrasó con agua hirviendo y, después, agravándose su estado de salud, vivió con ánimo sereno en espíritu de pobreza y oración, ofreciendo su dolor por la salvación de las almas.
Nació el 18 de febrero de 1882 en la parroquia de Mindelstetten, entre Regensburg e Ingolstadt, en el corazón de Baviera, Alemania. Niña callada, reservada, aprendió la piedad y el amor de Dios de su madre que le dió una educación cristiana. Tras hacer la primera comunión, se ofreció al Señor, siendo su más caro deseo entrar en una orden de hermanas misioneras.
Estudió derecho, profesión que ejerció por un tiempo, intentando ganar lo necesario para poder obtener la dote necesaria para su ingreso en el convento. Su vida fue marcada el 4 de febrero de 1901: estando en la casa del guardabosque de Stammham, sufrió un grave accidente de trabajo, y se quemó las dos piernas hasta la rodilla. Terribles dolores la obligaban a permanecer en cama, pero desde ahí inició su labor de apostolado mediante correspondencia y testimonios por escrito.
Durante veinticuatro años soportó el dolor, ofreciéndolo al Señor, hasta que falleció el 5 de octubre de 1925.
Ana Schäffer era consciente de la responsabilidad que cada cristiano tiene de la santidad de su prójimo. Por eso utilizó la pluma. Su lecho de enferma se convirtió en la cuna de un apostolado epistolar muy amplio. Las pocas fuerzas que le quedaban las empleaba en el bordado, para dar a los demás un poco de alegría. Pero, tanto en sus cartas como en sus labores manuales, su razón de vida era el Corazón de Jesús, símbolo del amor divino. Representa las llamas del Corazón de Jesús no como lenguas de fuego, sino como espigas de trigo. La Eucaristía, que Ana Schäffer recibía diariamente de su párroco, era su punto de referencia. (Zenit.org).