sábado, 27 de octubre de 2012

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO



LA FE: OJOS NUEVOS PARA VER LA VIDA
P. Félix Zaragoza S.
Texto: Marcos 10, 46-52

La escena evangélica de este domingo es la curación de un ciego, Bartimeo.  Está sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al enterarse que pasaba Jesús comenzó a gritar:"Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi". Jesús hace al ciego la misma pregunta que había hecho el domingo recién pasado a los hijos de Zebedeo: "¿Qué quieres que haga?". Pero mientras Santiago y Juan habían pedido poder y privilegios, considerando a Jesús como gobernante poderoso, el ciego pide como alguien que ha entendido cuál, es la misión de Jesús: servir a los pobres, dar vida a los enfermos, dar vista a los ciegos...

La curación es explicada de manera sintética, pero viva.  El ciego se presenta como ejemplo del creyente. En este sentido aparecen tres aspectos:

     1º La fe es lo que hace que el hombre sea salvado.
     2º El creyente "ve" gracias a la fe que pone en Jesús.
     3º El creyente "sigue" a Jesús.

1. Los gritos de la Fe.

El ciego del evangelio representa a los discípulos, que no se habían desprendido de su ideal de Mesías triunfador y a los cuales la ambición de poder los tenía ciegos, impidiendo asimilar el mensaje de Jesús. El ciego es un partidario del Mesías triunfalista.  Su mismo nombre lo indica.  "Timeo" significa en griego "apreciado”.  Y en el Antiguo Testamento "el apreciado" es el Hijo de David, el Mesías triunfador, como lo expresará inmediatamente después la invocación del ciego: "Hijo de David ten compasión de mí".

Los discípulos, aunque no entendían, tienen fe en Jesús. De hecho, el ciego Bartimeo, al dirigirse a Jesús, lo llama "Hijo de David", le da el título del Mesías tradicional; pero al mismo tiempo, lo llama Jesús, que significa Salvador.

El evangelista describe así la lucha interior de los discípulos que, atados todavía a sus tradiciones, están descubriendo que la salvación que Dios ofrece a la humanidad sólo se obtiene por medio de Jesús. Esa lucha interior les hace tomar conciencia desde que están ciegos, de que necesitan curación y de que el único que puede sanarlos es Jesús.

Como Bartimeo, también nosotros necesitamos creer para curarnos de nuestras cegueras.

2. La Fe: ojos nuevos para ver la vida.

La fe equivale a estrenar ojos nuevos para ver la vida, el mundo los hombres y las cosas desde Dios, para iluminar y dar sentido a la existencia individual y comunitaria de cada día, para entender la realidad personal, familiar y social. Por ejemplo, la fe ilumina para acertar en lo que tenemos que hacer en cada momento, nos ilumina para saber si desconfiar del otro o tenderle la mano, si romper con el cónyuge infiel o perdonarlo, si aprobar el aborto o decidirse por la vida, si ejercer la autoridad como poder o más bien como servicio, en definitiva si hemos de ignorar al hermano o si hemos de aceptarlo tal como es. Con los ojos de la fe se ven las cosas, la vida y las personas de otra manera, se ven con otros criterios: con los criterios de Dios.

3. El creyente sigue a Jesús.

El ciego del evangelio es figura de los cristianos que, muchas veces después de detenerse, vuelven a caminar.

El ciego estaba sentado al lado del camino, pero, "arrojando su manto, dio un salto y vino a Jesús... y se puso a caminar con El".

Todos, de alguna manera, en algún momento de la vida nos detenemos en el camino del seguimiento de Cristo. Nos cansamos. Pasamos nuestras crisis. Nos dejamos llevar por sentimientos y apetencias, que son incompatibles con Jesús y su evangelio. En los momentos de crisis nos cuesta ver, perdemos el horizonte, perdemos las huellas del Señor. Por eso habremos de repetir con frecuencia la oración de fe del ciego Bartimeo: Señor, que vea de nuevo; que te vea presente en el curso de la vida, en los hombres y en los hechos diarios para descubrir los signos de tu presencia y de tu llamado.

Así, iluminados por Jesús, tendremos el coraje de arrojar el "manto" de nuestros egoísmos y flojera y nos pondremos de nuevo a seguir al Señor.

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