sábado, 6 de octubre de 2012

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO




SOBRE EL DIVORCIO

P. Félix Zaragoza S.
Texto: Marcos 10, 2-16

La lectura, completa del Evangelio de hoy contiene dos partes inconexas: en la primera, Jesús se pronuncia sobre la cuestión del Divorcio.

Jesús afirma rotundamente la indisolubilidad del matrimonio. Y para ello se remite al proyecto original de Dios sobre la unión del hombre y la mujer. Ese plan no coincide con la posterior tolerancia de la ley de Moisés, que permitía al hombre el divorcio.

La segunda parte trata de Jesús y los niños. Nuestra atención se centrará en la primera parte, ya que el divorcio es un tema candente y, por otra parte, el tema, de los niños ya lo hemos reflexionado anteriormente.

1.- La mujer no es inferior al hombre.

Era conocida de todos la manera como Jesús defendía a la mujer. Por eso, "se le acercaron a Jesús unos fariseos y, con Intención de tentarlo le preguntaron si está permitido al hombre despedir a la esposa..."

Respondiendo a la pregunta sobre la licitud o ilicitud del divorcio, Jesús, que no aceptaba la práctica del divorcio tal y como la practicaban los judíos, como privilegio del varón, consideró que la pregunta no procedía. Se le preguntaba por la reconocida institución del divorcio, como derecho del varón y verdadero instrumento de dominio del hombre sobre la mujer. El marido podía despedir a la mujer por cualquier cosa por ejemplo: que se le quemara la comida o, simplemente, que el hombre encontrara otra mujer más bonita. Y esto el hombre lo podía hacer sin más trámite que darle "un acta de divorcio", sin que a este derecho del hombre corresponda otro semejante para la mujer.

Pero Jesús sitúa al hombre y a  la mujer ante el matrimonio en un nivel de igualdad. El hombre y la mujer están en igualdad de derechos y obligaciones para conservar, alentar y fortalecer el vínculo del matrimonio. Dios quiere que el amor no se acabe nunca. A Dios no le agrada que el hombre o la mujer, cualquiera de los dos, ponga fin al amor que El ha unido. Un amor más grande que el que se tiene a los propios padres:"por eso el hombre dejará a su padre y a su madre..."

Pero el mantener este amor es responsabilidad de la pareja. El matrimonio, por tanto, es cosa de los dos. Iguales en derecho, dignidad y obligaciones. Jesús se muestra severo: “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre", pero ecuánime: el delito se imputa por igual a cualquiera, que lo comete, sea hombre o sea mujer.

2.- El divorcio en la actualidad.

Con él ánimo de ayudar en la reflexión sobre el tema, lo primero que tenemos que afirmar: que nada dice el evangelio de la licitud o ilicitud del divorcio en los términos en que los plantea la sociedad actual. El contexto socio-cultural ha cambiado mucho desde Jesús a nuestros días.

Además acabamos de ver que lo que en realidad dice Jesús es que el hombre no puede tratar a la mujer como si fuera un objeto, que la toma y la deja cuando quiere.

Por eso, nos atrevernos a decir que, al menos en principio, teniendo en cuenta el evangelio y otros textos del Nuevo Testamento, es posible "revisar" la postura de la Iglesia ante el divorcio. Revisar no significa abrir las puertas a la permisividad o a una ley más blanda, sino tratar de volver a la comprensión teológica que tuvo Jesús sobre la unión del hombre y la mujer como un misterio.

Revisar  no es dejar de lado la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio o adaptarla sin más a una ley civil de divorcio, sino replantearse la pregunta por la indisolubilidad desde la perspectiva de Jesús.

Tenemos que ser serios en este asunto. No  es en la situación o en la intención inicial del matrimonio donde están la mayoría de los problemas actualmente. Por eso el mecanismo de la "nulidad" del matrimonio religioso, vigente en la Iglesia, no es una respuesta a la nueva situación. No estamos ante matrimonios "nulos", sino "válidos", pero que fracasan.

Ampliar las posibilidades de "nulidad", pienso que es una hipocresía legalista.

Con esto no digo que haya que estar a favor del divorcio. Pero pretender el mantenimiento de uniones irremisiblemente rotas, desmoralizadoras para los hijos y generadoras de resentimientos insuperables, imponer una imposible convivencia a quienes ya de hecho viven separados, no es humano ni cristiano.

Que el Señor ilumine a su Iglesia para que, salvando siempre el ideal de la indisolubilidad del matrimonio, dé una respuesta humana y misericordiosa a esos mas de 60 % de matrimonios que cada, año se separan en chile.