viernes, 2 de agosto de 2013

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Lucas 12, 13-21
Separación de intereses
En el año de la fe
P. Félix Zaragoza S.

El domingo recién pasado, Jesús nos enseñaba a rezar el Padre nuestro y nos invitaba a “pedir”, “buscar”, “llamar”… pero, ¿qué pedimos al Señor?. ¿Pedimos que nos solucione nuestros problemas y que nos ayude a conseguir nuestros intereses sin pensar mucho en los demás?

Este es el tema del evangelio de hoy: “la codicia del corazón”. Se nos presenta un hecho real y concreto: un hombre busca a Jesús para pedirle que interceda a su favor en el litigio para repartir la herencia con su hermano. En tiempos de Jesús era habitual utilizar a los maestros de la ley como si fueran jueces, consejeros o mediadores legales. Pero en el fondo el problema no es cuestión legal sino moral: la ambición.

Hoy nos tenemos que preguntar: ¿no se esconderá también en nosotros, incluso en la misma oración, deseos de ambición?

Por eso, Jesús habla con toda claridad en una pequeña parábola. Un rico se vio sorprendido por una cosecha que superaba todas sus expectativas. Ante el inesperado problema sólo se pregunta una cosa: ¿qué haré?. Lo mismo se preguntan los campesinos pobres que escuchan a Jesús: ¿qué hará?, ¿se acordará de los que viven con hambre?

Pronto toma el rico una decisión de hombre poderoso. No construirá un granero más. Los destruirá todos y construirá otros nuevos y más grandes. Sólo él disfrutará de aquella inesperada cosecha: “Descansa, come, bebe, y date buena vida”. Es lo más inteligente. Los pobres no piensan así: este hombre es avaricioso e inhumano: ¿no sabe que acaparando para sí toda la cosecha está privando a otros de lo que necesitan para vivir?

De forma inesperada interviene Dios. Aquel rico morirá esa noche sin disfrutar de sus bienes. Por eso lo llama “necio” y hace una pregunta: Lo que has acumulado, ¿de quién será? El grito de Dios interrumpe los sueños del avariento y presenta la vida de este rico como un fracaso y una insensatez.

Agranda sus graneros, pero no sabe ensanchar su corazón, Acrecienta su riqueza, pero se empobrece en amor. Acumula bienes, pero no sabe dar ni compartir. ¿Qué hay de humano en esta vida tan egoísta y tan  poco solidaria?
  

Los pobres y la Iglesia del Papa Francisco

¡Qué difícil es a los pobres entrar en la Iglesia de hoy! Más fácil es que pase un camello por el ojo de una aguja que el que los pobres se encuentren en la Iglesia como en su casa.

Quizá sea exagerado atreverse a cambiar el texto evangélico: las dificultades que encontraba Jesús para que los ricos entraran en el Reino de Dios sean cambiadas por las dificultades que puede haber para que la Iglesia sea “La Iglesia de los pobres”. La exageración sólo quiere destacar que los pobres y los que sufren son los rostros de Cristo en la Iglesia. Una Iglesia “de los pobres” es lo que hará creíble a la Iglesia. No es exagerado decir: “fuera de los pobres no hay salvación”.

La Iglesia no es una ONG, nos ha recordado el Papa Francisco. Sería una iglesia-asociación sin Evangelio, sin bienaventuranzas… sin el Espíritu de Jesús. En este sentido el Papa está haciendo signos significativos.

Jesús ha desenmascarado todo el poder alienante que se encierra en la riqueza. Para Jesús las cosas materiales son buenas, y los hombres deben disfrutarlas como regalo de Dios. Pero la riqueza tiene el peligro de ser puerta de entrada en la dinámica de apropiación del Tener-Placer-Poder,  en lo que el evangelio ve la raíz de todo pecado. Así termina el texto de hoy: “La riqueza no hace al hombre rico frente a Dios”. Tampoco lo hace crecer como hombre. Por eso, para Jesús, es un “necio”.

Algo falla en nuestra vida cristiana cuando somos capaces de vivir disfrutando y poseyendo más de lo necesario, sin sentirnos interpelados por el evangelio de Jesús y las necesidades de los pobres.

El hombre de hoy se ha hecho materialista hasta en su pensamiento, en una sobrevaloración enfermiza del dinero, el poder y la riqueza. La ambición  y la obsesión del bienestar son drogas aprobadas socialmente.

Que en este mes de la solidaridad sepamos compartir más nuestro bienestar. Hagamos posible una mayor igualdad.

  • ¿Qué haré? se pregunta el rico.
  • ¿Qué haremos nosotros en la vida?
  • ¿Qué estoy haciendo yo en este mes de la solidaridad?