domingo, 25 de agosto de 2013

XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Lucas 13, 22-30.
"La casa abierta con puerta estrecha".
En el año de la fe
P. Félix Zaragoza S.


El evangelio de este domingo comienza con la pregunta de alguien lleno de curiosidad, y quizás, buscando asegurarse un lugar en primera fila: “¿Serán pocos los que se salven?”

Y podíamos nosotros seguir preguntando: ¿Quiénes van a salvarse? En definitiva: ¿Me salvaré yo?

Jesús no responde directamente a la pregunta. Lo importante no es saber cuántos se salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud responsable para acoger el regalo de la salvación de ese Dios bueno y misericordioso. Jesús se lo recuerda a todos: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha”.

No es fácil captar la intención de la imagen empleada por Jesús. Para entender correctamente la invitación a “entrar por la puerta angosta” hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: “Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo” (Jn.10,9). Entrar por la puerta estrecha es seguir a Jesús, aprender a vivir como él, servir como él… ¿Se tratará de la puerta del servicio de una casa, que es capaz de acoger a los invitados a la Mesa del Reino? Esa puede ser la imagen: una casa que además de la puerta principal tiene una puerta de servicio que es más angosta y que por ella entran los que trabajan en el servicio.

Así, Jesús exhorta al esfuerzo y al servicio como actitud indispensable para salvar la vida.
No podía ser de otra manera. Aunque nuestra sociedad permisiva parece olvidarlo, el esfuerzo y la disciplina son absolutamente necesarios. No hay otro camino. Si alguien pretende lograr su realización por el camino fácil, agradable y placentero, pronto descubrirá que cada vez es menos dueño de sí mismo. Nadie alcanza en la vida una meta realmente valiosa sin esfuerzo, renuncia y sacrificio. Uno de los errores más graves de la sociedad de consumo, que a la vez es permisiva, es confundir la “felicidad” con “facilidad”.

Estamos caminando hacia una sociedad más tolerante y permisiva. Se está imponiendo en determinadas áreas una permisividad jurídica cada vez mayor (matrimonio: relaciones prematrimoniales, matrimonios homosexuales; aborto…) Ser tolerante es hoy un valor social cada vez más generalizado.

La advertencia de Jesús conserva toda su gravedad también en nuestros días. Sin esfuerzo no se gana (se salva) ni esta vida ni la eterna.


La casa abierta

La puerta estrecha resulta ser la entrad de una casa grande. Tan grande que todos caben. Jesús nos sorprende con la universalidad de sus invitados al banquete del reino: “Y también de oriente y de occidente, del norte y del sur, habrá quienes vengan a sentarse en el banquete del reino”.


El relato de Isaías, que hemos leído hoy nos dice: traerán como ofrenda “a sus hermanos”. La preocupación por el otro y la valoración positiva del que llegue al banquete es lo mejor que puede ser ofrecido a Dios. No llevan “mochila” de buenas obras ni méritos. Pueden llegar con manos y pies manchados del barro de la vida y sólo esperan un Dios a la puerta con la toalla a la cintura para lavarles al estilo de la última cena. Son pecadores en medio de otros pecadores. Van libres en toda su pobreza, olvidados de sí y preocupados por los otros… Y ahora están ahí, a la puerta del Reino, con la mirada vuelta hacia este mundo plagado de dolor y de injusticia. Han amado tal vez sin saberlo. Sólo esperan el amor misericordioso de Dios. Sabiendo que, más que amar, necesitan ser amados. Eso es salvarse, o mejor dicho: ser salvados.

La puerta, aunque sea angosta, no cerrará el paso a nadie. La puerta de la salvación se abre a los cuatro puntos cardinales, a toda la humanidad. Dios es Padre de todos. El Reino es para todos. El amor hecho servicio es lo que nos hará a todos hermanos. No hay fronteras, no hay excluidos, ni privilegiados.

Así, el salmo de hoy, el más breve de todos, proclama: “alaben al Señor todos los pueblos, aclámenle todas las naciones”.

Abramos la puerta de nuestro corazón. No importa cuán ancha es. Lo importante es que esté abierta.